domingo, 29 de abril de 2012

Contra Facebook





Es un tema cliché como pocos y estoy seguro que en este remolino de desesperados y retrasados llamado blogósfera ya habrá alguien que ha tratado el tema; pero aún así se me hace harto imperativo hablar del porqué Facebook no ofrece nada bueno.

Podría usted cerrar su cuenta de Facebook y convertirse en el rey del universo (o al menos aplicar para serlo, y quedarse esperando como el triste personaje que es), dedicarse a los amigos y la familia tal vez, y así reducir sus días de depresión en el año a 364. Es una oferta complicada y lo sé, pero tanto usted como yo sabemos también que no ayuda en nada a la salud mental (Término horrendo, por cierto) ver constantemente fotos de gente que en algún momento usted llegó a odiar y que por azares del destino terminaron pasando el mejor tiempo de sus vidas en un país desarrollado, con buenas carreteras y sin Transmilenios, Transmetros, Míos ni mariconadas de esas. Sin mencionar tampoco los posts que rezan cosas como "Uff! Hace taaaanto frio aquiii en berlinn!!!", posts escritos por gente que usted solía pensar que en su vida pasarían siquiera el cañón del Chicamocha.

Dirá usted que no le importa lo que los demás pongan en Facebook, que su cuenta usted la usa de manera exclusiva para tener en algún lado y de manera segura las fotos de momentos que considera importante, pero también sabemos que es eso una mentira. Facebook se ha convertido ya en su bookmark predilecto, 'fa' son las primeras letras que escribe en su teclado tras ingresar al navegador, una horrenda metástasis en la que honestamente perdemos todos: Usted pierde porque al ver sus posts y sus fotos nos hace saber a sus amigos (Que por cierto, Facebook debería considerar dejar de llamarles amigos y denominarlos 'gente con la que he hecho contacto visual') que como preveíamos, su vida fracasó desde el mismo momento en que decidió que seguir su corazón y perseguir su sueño de convertirse en el futbolista más grande del país era más importante que endeudarse eternamente con el Icetex y sacar un título universitario (O técnico, tampoco seamos tan crueles con los muchachos del SENA). Y nosotros perdemos también, porque viendo semejante demostración clara y abierta de estupidez tendemos a interpretar que quizás nosotros no lo hemos hecho tan mal en nuestra vida. Craso error: Solo sería cuestión de ir a la cuenta de Facebook de nuestra ex y ver las fotos de su matrimonio. Ah, y que alguien traiga los Kleenex desde ya.

Así que considérelo, cierre su cuenta y si tras una semana extraña mucho sentirse buena persona tras darle Likes a las fotos de niños con cáncer en un rincón perdido de Chupamestepenco, México, recuerde que su Facebook siempre estará abierto: Así es, es virtualmente imposible cerrar su cuenta, pues desde el momento en que la abre, sus datos, fotos y todo lo que usted publique en esa red, le pertenecen al bueno de Mark Zuckerberg que en el otro lado del mundo se rasca la barriga, mientras ríe desconsolado porque las mujeres solo le quieren por su dinero. Si por el contrario, el tiempo pasa y usted no extraña ver fotos de bebés (Feos por cierto) que no son suyos, parejas adolescentes embriagadas de amor y hormonas, y chistes en cadena que hacen menos gracia que Jota Mario Valencia a las 5 AM (Pasa en las películas, pasa en la vida, pasa en RCN) puede que descubra que ahora es esclavo de una cosa menos en el mundo. Pesará los mismos kilos seguramente, y el número de litros de helado de vainilla que consumirá viendo El diario de Bridgett Jones tampoco se reducirá, pero al menos ahora tendrá un poco más de tiempo libre. Úselo bien, si mal no recuerdo en E! están retransmitiendo Keeping up with the Kardashians.

Anexo:

"Algún día cerraré esta cosa" - Dijeron todos en Facebook, alguna vez.


Contra Barranquilla

Momento complicado este, porque es tiempo de morder la mano (La teta quizás [?]) de la que me alimento. Debería aclarar que ante todo me gusta vivir en esta ciudad. Más allá de los puntuales actos que presentaré a continuación, encuentro en Barranquilla cierto encanto que no he podido encontrar en otras ciudades que conozco. Creo que es que aquí venden el alcohol más barato.

Ya que encuentro un poco indigno hablar mal del lugar en el que vivo, y gracias al cuál soy como soy, intentaré ser breve; Habría pensado aburrir con otro bloque insufrible (Como las columnas de Jose Obdulio) pero pensándolo bien optaré tan solo por dejar un breve listado de las cosas que hacen que a veces (Y con a veces quiero decir 'muy a menudo') odie esta ciudad:

1. El bullicio. No se trata de vivir en una ciudad fantasmal, ni mucho menos, pero cuando la fiesta de tus vecinos se extiende hasta las 4 AM y el volumen del sonido hace quedar en vergüenza el Sound system del concierto de Sir Paul McCartney, hay algo que definitivamente va mal. Yo nunca he obligado a mis vecinos hombres a reencontrarse con su lado más femenino al ritmo de Just can't get enough de Depeche mode a las 2 de la madrugada, así que no termino de entender porqué yo debo aguantarme a Silvestre Dangond gritand...Cantando, a Silvestre Dangond cantando.

2. La ciudad en eterna obra. Desde la Murillo siendo reconstruída por la Copa America 2001, hasta la misma avenida siendo demolida y reconstruida para el sistema Transmetro en 2006. Made in Barranquilla.

3. El descaro y la facilidad con la que la sociedad barranquillera de los años 70 y 80 aceptó el ascenso del cartel guajiro de la marimba. Es culpa de nuestros padres que aún tras 30 años no haya nada más masculino que tener un revólver y andar lleno de cadenas de oro.

4. Las escandalosas cifras que debieron ganar los arquitectos que diseñaron los edificios del barrio Miramar. Miami en la costa colombiana; edificios blancos y ventanas azules. Lobería fina.

5. El atraco a mano armada que representa ir al Cine Colombia de Buenavista.





Edificios residenciales blancos y gigantescas palmeras. Que traigan prostis dominicanas y cubanos hambrientos y ya estamos.







6. Los taxistas que se pasan de listos ante la más mínima sospecha de encontrarse ante un cliente no barranquillero. Tan ladrones como los de Cine Colombia.

7. Awa, Frogg legs, Donde Mami, Barcelona shots. Todos bares dónde una botella de aguardiente tiene el valor de 2 botellas de vodka en cualquier otro lugar. Atestados siempre de gente linda y de buenas maneras. Atracaderos al nivel de los guajiros marimberos, los arquitectos de Miramar y Cine Colombia.

8. Que los dueños de restaurantes y almacenes en Villa Country crean que están en Soho, Nueva York, y cobren como tal.

9. Las palmeras en las avenidas. Quién quiere un buen árbol de mango o de limón, que pueda dar un poco de sombra en medio del sol y el calor tremendo en que se hunde esta ciudad, si podemos tener palmeras que la hagan ver como la Avenida de South Beach.

10. Todos los corruptos, ganaderos y ladrones desde Cabo de la vela hasta Chiriguaná, mandando a sus hijos a estudiar "en una ciudad grande, para que se oree". Futuros arquitectos de Miramar, guajiros marimberos, directores de Cine Colombia o asistentes asiduos de Awa.




Stay classy, manda a decir Diomedes Díaz, artífice de las parrandas del punto 1, y estrecho amigo de los retrasados del punto 3/10

Contra Falcao García.

Porque es la representación más auténtica y pura del fútbol colombiano, del pueblo colombiano, y del espíritu colombiano en sí; Porque con sus goles va alumbrando rostros (O apagándolos, depende del bando) y ha avivado ese ferviente arribismo del que hacemos gala desde los remotos tiempos en que Santander le hacía creer a su entorno que estaba a favor de Bolívar, la primera diatriba, el reclamo original va en contra de Falcao García.

No se confunda Falcao, no pretendo decir que es usted una mala persona, y ni siquiera puedo hablar mal de sus más que evidentes dotes futbolísticos, lo mío contra usted es algo menos palpable y menos obvio: A mí lo que me molesta de usted, es lo que representa. Es usted un auténtico killer del área, llamado a reemplazar a los ya pasados de moda Drogba, Klose, incluso Ibrahimovic si me apura; no hay un balón que llegue a sus pies dentro del área que no represente un peligro inminente para el meta rival, y es precisamente eso lo que tanto me molesta de usted: Que huelo a kilómetros, a través de mi televisor, cierto halo de facilismo, y cierta chabacanería. Usted me recuerda que en este país en el que ambos nacimos, muchas veces las cosas no se consiguen por habilidad, talento nato, o siquiera esfuerzo sobrehumano: Se consiguen por estar en el lugar correcto, en el momento correcto. Y en eso si que es bueno usted, porque lo que los comentaristas deportivos llaman 'goles de goleador' no son más que esos goles que en mis épocas de niñez llamábamos 'goles de pescador' en las arenosas canchas de mi ciudad. No he visto a usted pelear una pelota, esforzarse por correr más rápido que el rival al tiempo que maneja con deliciosa diablura esa esférica. Así como nunca he visto a un político trabajar fuertemente de sol a sol para alimentar a diario a su familia; tipos sin mayor talento, pero que tienen esas importantes curules por haber estado en el lugar correcto, en el momento correcto. Si Falcao, usted solo está ahí en el área, vegetando, a la espera de que la magia de Diego, Koke, Adrián o alguien más, haga que usted quede frente a frente con el arquero, relegando así a sus compañeros a una gloria más silenciosa, una honra que ellos celebrarán, pero que se llevará usted, aún cuando solo debió patear -que también tiene eso su ciencia, si- cuando ellos corrieron, pensaron y posiblemente llevaron los golpes.

Y más allá de su marcado oportunismo, que en el fondo no es más que una escena pintada de este mundo (Al igual que todo el fútbol en general lo es), lo que más me molesta es el fervor que usted levanta en la mayoría de sus compatriotas, que ven en usted la esperanza de darle un respiro al ya masacrado fútbol nacional. Hablan bien de usted, dicen que es usted la pieza más importante de su equipo (Olvidando así que en la palabra 'equipo' todas las piezas son importantes) y hablan de usted y su personalidad como si tomaran Club Colombia todos los fines de semana en la tienda de la esquina.
Releyendo este artículo en busca de errores ortográficos he caído en cuenta de algo Falcao: Mi problema no es con usted; mi problema es con los colombianos, y ese arribismo que se arrebata cada vez que usted vence a un portero en la lejana España. Mi problema es que todos le califiquen ya como un astro mundial cuando usted aún juega en un equipo de mediano nivel y por encima de los 25 años, edad en la que la mayoría de los grandes, ya han sido realmente consagrados y no elevados a la estratosfera en una inmensa nube de hype, como usted.

Muchos leerán y pensarán que este artículo no es más que un ejercicio de manejo de ira y envidia. Puede que así sea Falcao ¿Quién no envidiaría tener su dinero y la importancia que tiene su nombre en Colombia? Quién se considere libre de este pecado que lance la primera piedra (O el primer centro). El Cochise Rodríguez -Un deportista colombiano realmente consagrado, por si nunca ha escuchado usted de él- decía que en Colombia se muere más gente por envidia que por cáncer; Él tenía la razón Falcao, aunque yo le agregaría, que aquí también se muere mucha gente de agotamiento, pues pasan toda una vida corriendo sin descanso tras la pelota, para al final, tras vencer todas las complicaciones y obstáculos posibles, pasársela bañados en rabia e impotencia, al killer del área de turno.